lunes, 6 de septiembre de 2010

Muerte en la nieve

Relato del sacerdote Heinrich Link, capellán de la 17º Infanterie Divisionen.



"En la tarde del 4 de diciembre de 1941 me dirigí al batallón de ataque de la división 17, a fin de servir, en mi cargo de sacerdote, lo más posible a la unidad en su dificil misión. A la noche, hacia las 22.00 ó 23.00, marchamos con un frío extremo a la zona de apresto. El estado del material de la unidad era catastrófico. Los soldados, en su mayor parte, habían intervenido en ls duras luchas durante el avance a Tula. Todo soldado poseía exclusivamente un delgado capote, un protector de cabeza -pasamontañas- y un par de guantes. A pesar de mi sobretodo puesto encima del capote, sufrí tanto esa noche por el terrible frío que creía que ya no lo podría soportar. La temperatura era de 35 a 40 grados bajo cero. Tampoco la alimentación distribuída rápidamente respondía de manera alguna a una tal empresa: cada uno recibió 30 gramos de grasa y a 5 o 6 soldados -sino me quivoco mucho- debían repartirse un pan. Una hora antes de la iniciación del ataque nos hallabamos sin protección alguna contra el viento en el frío intenso.

El ataque comenzó a la 01.00 en la noche claramente iluminada por la luna. Una sección del batallón logró penetrar en la localidad de Ketri, primer objetivo del ataque. Allí fue cercada por importantes fuerzas enemigas y probablemente aniquilada. El fuego del enemigo era extraordinariamente intenso. Los soldados atacantes debían permanecer durante la noche en la llanura descubierta en medio de la nieve. Los hombres, debido al intenso frío glacial, no se hallaban en condiciones de poder hacer uso de las armas.

En la noche del 5 de diciembre, después del fracaso de aquel ataque -fracaso total y completo-. la unidad tuvo que ser relegada a las posiciones de salida.

Impresionante, escalofriante mejor dicho, era el aspecto que presentaban los soldados, pero aún más impresionante era el espectáculo en el puesto de socorro. Pese a que se disponía de todos los lugares bajo techo disponibles, no fue posible dar alojamiento a todos los heridos y congelados. Una gran parte de ellos tuvo que permanecer al aire libre -al frío libre para mejor decirlo- una segunda noche antes de que se les pudiera encontrar el debido alojamiento.

Las escenas que se desarrollaban en los ambientes ocupados fueron de lo más truculentas y horrorosas que he conocido durante la guerra. Los cirujanos y el personal sanitario trabajaron incansablemente hasta la extenuación y, sin embargo, no pudieron atender a todos.

Se carecía de la calefacción imprescindible, de frazadas de lona y también de víveres y alimentos. Una parte de los heridos graves tuvo que ser transportada, sin consideración a su estado, en camiones descubiertos a la estación ferroviaria más cercana a Kaluga. Este transporte que excedía a las energías, no pudo ser resistido por muchos, los cuales fallecieron. Y de ellos, la mayor parte congelados"



ROSSENBERG, F. von "Historia de la II Guerra Mundial" Vol.II. Ed. Antalbe

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